“Entre luces y silencios: amar sin poseer”
Cuando leí “Cambio de luces” de Julio Cortázar, no pude evitar sentir que este cuento me dejaba un sabor raro, como si todo el tiempo estuviera esperando que algo se iluminara en el relato, pero al final la luz terminara apagándose. *Lo curioso es que, mientras iba pensando en qué escribir para este trabajo, me acordé de “La intrusa” de Borges, que habíamos leído el año pasado, y me di cuenta de que, aunque son cuentos muy distintos, ambos hablan de formas de amor que se confunden con la posesión y el egoísmo, aunque uno esté narrado con la voz fría y lejana de Borges y el otro con la cercanía del personaje de Cortázar.
En “Cambio de luces”, el protagonista, Tito Balcárcel, es un actor de radioteatro que se enamora de Luciana, una oyente que le escribe una carta diciendo que sabe quién es él detrás de las voces de villano que interpreta. Tito, que es un tipo solitario, empieza a imaginarla en una galería cubierta, con una luz cenicienta, escribiéndole cartas en papel lila. Cuando la conoce, Luciana no es como se la había imaginado, pero igual se enamoran, conviven y comparten una rutina tranquila. Sin embargo, Tito le pide a Luciana que se aclare el pelo, buscando acercarla a esa imagen ideal que se había inventado de ella. Al final, descubre que Luciana también lo idealizaba a él, y que lo engaña con un hombre que tiene el pelo crespo, tal como ella había soñado con él. Todo termina con Tito dándose cuenta de que ambos se enamoraron de una ilusión que se construyeron, y no de la persona real.
En “La intrusa”, en cambio, la historia es más violenta y seca, pero también gira en torno a una mujer, Juliana, que es compartida por dos hermanos, Cristian y Eduardo Nilsen. Los dos la aman, pero no pueden soportar los celos ni la presencia del otro, y al final, en vez de resolverlo de otra forma, la matan, como si el amor se pudiera resolver eliminando a la persona amada para que no sea de nadie. *Borges lo narra sin adornos (casi con frialdad) dejando que el lector sienta el vacío de esa decisión.
Lo que me hizo relacionar ambos cuentos fue que en los dos hay un amor que no es verdadero, sino una forma de posesión y de proyección de deseos. *En “Cambio de luces”, Tito quiere que Luciana sea como su fantasía, al punto de pedirle que se aclare el pelo para que se parezca a esa mujer que había imaginado escribiéndole en una galería. Luciana, por su parte, se enamora de la voz de Tito, de la imagen de un hombre más alto, con pelo crespo, que se construyó escuchándolo en la radio, y termina buscando a ese otro en un hotel. En “La intrusa”, el amor de los hermanos es también una forma de posesión: comparten a Juliana, pero no aceptan que ella sea independiente ni que su amor se mezcle con los celos y la masculinidad de ambos, y su solución final es matarla para que deje de ser un problema.
Ambos cuentos me hicieron pensar que muchas veces las personas creen que aman, pero en realidad aman la idea que tienen del otro o lo que necesitan que esa persona sea para llenar sus vacíos. En “Cambio de luces”, la galería cubierta y la luz cenicienta son una fantasía que sostiene el amor de Tito, y él se aferra a esa imagen porque le da tranquilidad, aunque sepa que no existe. En “La intrusa”, los hermanos aman a Juliana, pero no pueden soportar que ella tenga deseos propios, porque lo que sienten no es amor, sino la necesidad de poseerla.
Personalmente, creo que ambos cuentos muestran que el amor verdadero no puede existir cuando uno quiere cambiar al otro o poseerlo para que encaje en nuestra idea de felicidad. Lo más triste de “Cambio de luces” es que, en lugar de amar a Luciana tal como era, Tito la fue convirtiendo en un reflejo de su fantasía, y ella también lo convirtió a él en un reflejo de la voz que escuchaba en la radio. Y lo más duro de “La intrusa” es que los hermanos prefieren la muerte antes que aceptar que amar también es soltar.
Estos dos cuentos, aunque sean tan distintos, me dejaron pensando que a veces nos aferramos a las personas para no sentirnos solos, pero no las vemos de verdad, y cuando lo hacemos, ya es tarde. Quizás por eso, leerlos juntos me hizo entender que el amor necesita luz, pero no una luz de fantasía, sino una que nos permita ver al otro como es, con sus imperfecciones y diferencias, porque si no, terminamos destruyendo lo que amamos, como los hermanos Nilsen, o viviendo en una mentira, como Tito, esperando un atardecer que nunca llega.
- Matias Bonomo
Los tres recursos argumentativos que use fueron:
1) Comparación: “Lo curioso es que, mientras iba pensando en qué escribir para este trabajo, me acordé de ‘La intrusa’ de Borges, que habíamos leído el año pasado, y me di cuenta de que, aunque son cuentos muy distintos, ambos hablan de formas de amor que se confunden con la posesión y el egoísmo…”
2) Ejemplificación: “En ‘Cambio de luces’, Tito quiere que Luciana sea como su fantasía, al punto de pedirle que se aclare el pelo para que se parezca a esa mujer que había imaginado escribiéndole en una galería.”
3) Paréntesis: “Borges lo narra sin adornos (casi con frialdad) dejando que el lector sienta el vacío de esa decisión.”