Pregunta: ¿Cómo nació la idea de dedicarse a la escritura como profesión?
Lydia: Surgió cuando uno de mis hijos, creo que fue mi hija mayor, se casó. Aunque aún tenía más hijos en casa, sentí que las cosas se aclaraban un poco y disponía de más tiempo libre. Me recomendaron una profesora de literatura que impartía clases de escritura, así que me inscribí. Ella me asignó tareas, me introdujo a autores importantes que nunca había leído, y cuando llevé mi primer ejercicio, me dijo: "Vos ya sos escritora". Me lo creí. Eso fue lo que me impulsó. Luego ella sugirió intentar publicar en revistas locales de Rosario, me orientó sobre dónde podría probar suerte, y así nació la idea.
Pregunta: ¿Has sentido el impacto de tu obra en el público juvenil?
Lydia: Sí, lo noto en las personas que se acercan a mí. Percibo que es un tema que no se aborda en las escuelas, a pesar de que ahora tratan casi cualquier asunto. Sin embargo, el tema de la trata de personas no se plantea como un problema significativo. Y hay que subrayar que no es solo trata de mujeres, sino de personas, en general, sin importar la edad. Recientemente ocurrió algo impactante relacionado con un niño, y eso también entra en la categoría de trata de personas. Es un problema que afecta a todos.
Pregunta: ¿Tuviste la oportunidad de conocer a la verdadera Candela? ¿Cómo llegó esta historia a tus manos?
Lydia: La historia es completamente real, de principio a fin, sin cambios. El desenlace es el que está, aunque queda abierto, porque nunca sabemos qué pasa con esas personas después. Mi mejor amiga, que trabaja en cárceles de mujeres y aborda temas de género, me la contó. Ella visita prisiones en Rosario y en otras ciudades, y escribe mucho sobre estos temas. Está muy involucrada con los aspectos más crueles de la pobreza. Me narró esta historia, y me pareció adecuada para convertirla en novela. Sin embargo, es un tema complejo que requiere evitar caer en estereotipos, como asumir que, si sos pobre, no te queda otra opción que venderte, alquilarte, ya sea como hombre o como mujer. Pero el estereotipo más común sigue siendo la mujer en situación de prostitución.
Pregunta: ¿Siente algún tipo de presión al pensar en el público para el que escribe? ¿O lo lleva con tranquilidad?
Lydia: Sí, es una pregunta interesante. Cuando empecé a escribir y gané mis primeros premios, no pensaba en un público específico, salvo en una ocasión. Hubo un concurso en la subsecretaría de cultura de Rosario, donde pedían un cuento de tres páginas, con un límite de caracteres, destinado a niños de entre diez y once años. En ese caso sí me planteé: "¿Cómo se expresan los chicos de esa edad?". Todavía no tenía nietos, así que fue un desafío, pero logré encontrar la voz adecuada. Esa fue la única vez en mis comienzos que escribí pensando en un público específico.
Sin embargo, al trabajar con editoriales y tener mi propia editora, empecé a ser más consciente del lenguaje y la forma en que hablan los personajes, especialmente los jóvenes. Ahora que tengo nietos de todas las edades, suelo pedirles que lean mis textos. Les digo: "Léeme esta página y dime si suena como alguien de tu edad". Ellos me corrigen: "Esto no", "Así no hablamos", "Cambiá esta palabra", y sigo sus sugerencias porque siempre tienen razón. Hoy soy mucho más consciente de ese aspecto.
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